viernes, 10 de octubre de 2008

Travesuras y picardías

-hoy me levanté hecho un nene-


Hoy me levanté algo demasiado, casi muy divertido- el extremo de pícaro y travieso-. Camino a casa, luego de salir de la facultad, de votar a las listas de siempre-quizás fue eso lo que me ha hecho obrar así-, fui directamente a la revistería. Lugar, donde por cierto trabaja el señor que una vez me salvó la vida segundos después de que un colectivo me pasara por encima (pero esa es otra historia), y el que me dijo: -nene! Esto tenés que comprarlo para leerlo. A lo que dije:- no, ya fue, eso era antes cuando yo sea grande, ahora las leo y no pago un sope. –andate de acá boludote. Por lo tanto tuve que salir del lugar tan público como Teresita (la trolita de la esquina de la casa de Nadia que cobra cinco pesos el completo porque dice dichos que sólo ella conoce como: salud terrible para vos que ahora sos un puesto más-sí no lo sabré yo, es in entendible ella) porque estábamos en la vereda- ahora que lo pienso bien me hubiera quedado mirándolo al tipo que años atrás fue mi héroe-. luego de la revistería pase por un ciber en donde venden esos chupetines con juguito y chicle y eso, donde le saqué a mitad de precio el chupetín con los veinti-cinco (sí, leyeron bien vein-ti-cin-co) centavos que le robe a mi vieja (pobre ella que confía tanto en mí) de su cartera Prune (no sé para que joraca se compra una cartera así, si lo único que encontrás son veinticinco centavos pedorros, dos caramelos mediahora-puaj!- un paquete de pañuelitos tissue y una caja de caramelos o de tampones, como mucho), a lo que el chico que atendía el ciber- habrá tenido alrededor de 27 años masomenos o menos que más, depués de todo nunca pensé en ser adivino de edades de ciberatenders- me dijo con su mejor cara:- no podés ser tan busca flaco, llevate el chupetín antes de que te raje a patadas; gracias muy amable por su donación dije, ah me olvidaba ¿y qué me podés rebajar por estos 10 centavos que encontré en el bolsillo?; andate! Esas son las respuestas que hacen del mundo un lugar tan inhabitable, pero bueno, así son las personas. Partí caminando con mi carpetita en mano, prendí un cigarro, cuando de pronto, zas! Llegué a la vereda del banco Francés o banco Ríos o banco bank –poco me importa un banco en el que no tengo dinero- y vi una tentación tan suculenta que debía tomarla como sea posible o imposible. Sí, claro, ustedes me leyeron la mente –ahora son adivinos- si! Unos escalones llenos de palomas (¿existe algo más bonito que correr a las palomas y verlas volar y cagar por los aires en la infancia? Si existe, pero correr palomas esta copado también), por lo que decidí tomar la bufanda del viejo que le estaba dando de comer a esas ratas aladas y usarla cual látigo contra las aves. El señor, don Pepe lo llamaremos para ponerle un nombre, se enojó y llamó a dos de los oficiales de la policía que se encuentran con las chaquetillas haciendo la nada- pero la ola de inseguridad ha disminuido gracias a ellos- y hablando por sus “wolki-toky”. Ambos oficiales se aventuraron rápidamente hacia mi persona, y yo que ya había corrido otras carreras, me adelanté como buen tramposo, revoleando la bufanda del octogenario enemigo. En la pista peatonal en la que nos encontrábamos deliberando la libertad y el encierro, casualmente un portero o encargado o etc se encontraba -o se des encontraba ¿quién sabe?- regando una palmera, dos azucenas y tres arbolitos que desconozco, y para mejor pillada, el grifo en el cual se conectaba la manguera del portero o encargado o etc se situaba en mi camino. No dude un segundo, la desconecté y grité onomatopeyas casi entendibles, a lo que el portero o encargado o etc grito ¡conectátela en el culo mal parido!, reí, como siempre. Los policías no se resignaban a atrapar mi escuálido cuerpo, y mis piernas querían más combustible que un chupetín con juguito y chicle y eso. Hasta que yo, muy mañoso, al día con todo, recordé que a la vuelta de Arturo Illia y R. S. Peña habían abierto una delegación municipal donde la plebe paga los impuestos y esas cosas con números, precios y mentiras- por lo que decidí tomar esa calle y robar dos pesos para el colectivo, de echo lo hice y tome el primer micro que paso por mi frente, me subí y les grité a los policías: estudien tarados- mientras les mostraba el chupetín con chicle y juguito y todo eso que me lo dieron en oferta. Después de todo sigo siendo un niño travieso.