jueves, 17 de junio de 2010

POR FAVOR, TENGA EL VALOR DE MATARME


Por favor, tenga el valor de matarme ahora mismo, hágalo de una vez, ya ni siquiera me aguanto. Y se lo digo a usted, señor y señora “natural” que me considera un bicho raro, una piedra o menos. Algo tan audaz capaz de escaparse de la declaración de los derechos humanos, algo que no corresponde a la familia humana, algo NO igual, algo completamente alienable a los derechos. Y es un decir que se lo digo, se lo estoy pidiendo, en verdad, ya no merezco la vida si ha de ser como usted la proclama. Es que para seguir así no sigo nada, si fuera tan valiente seguramente ya me hubiese suicidado, pero prefiero que mi ejecutor sea usted. Usted que considera “natural” tirarme un insulto diferente cada día sólo porque camino diferente, porque si soy mujer visto muy masculino, y si soy varón no debería mover la “cola” de esa manera; y si soy transexual prefiero ni hablar, porque estoy muy por debajo de la respetabilidad, y la página del diccionario que contenía a la palabra respeto la he quemado en la chimenea junto a mis sueños de igualdad.

Tenga el valor y máteme ahora mismo, por favor. Y si se lo pido a usted es porque sé que ser heterosexual lo hace igual a todos, y es por eso que siendo heterosexual usted cría hijos modelos que no son homosexuales como yo o mis padres homosexuales o quizás asesinos o alguna otra aberración de la naturaleza. No, porque usted no cría ni hijos mentirosos, y mucho menos corruptos; usted los cría a imagen y semejanza. Sus hijos no sólo saben el padre nuestro sino que también saben aceptar a cada una de las personas que pertenecen a su población. Muchas gracias por criar hijos como esos.

Tenga el valor y máteme ahora mismo. Que si se lo pido es porque sé que usted defiende a la familia y a partir de ésta ejerce su derecho de protección de la sociedad y del estado. Porque si uno como yo tuviese que adoptar un hijo saldría trastornado, como yo que soy tan perjudicial para la salud de la nación y del mundo como lo es un cigarrillo. A usted que tiene una familia bien conformada regida en las leyes de dios, que sabe que la fidelidad está en el matrimonio; que no cree en el cuento de que las mujeres que por las noches están en las calles sean prostitutas, y que sabe perfectamente que si lo fueran, la prostitución estaría en decadencia pues sólo utilizarían ese servicio los adultos solteros o viudos y heterosexuales como usted. Benditas sean.

Tenga el valor de matarme. A usted se lo digo, que es un sabio y conoce la historia y la filosofía desde la A a la Z. Bendito sea usted que todo lo recuerda y todo lo sabe. Bendito por recordar esas ciudades Sodoma y Gomorra, las únicas ciudades que albergaban perversos sexuales. Usted sabe muy bien que en ninguna otra ciudad ocurrieron actos de esa índole, y que en Grecia la homosexualidad no existía. Gracias por recordar, gracias a usted entonces Dios no le dará lluvias de azufre y fuego a la nación que habita la gente normal y natural como usted.

Tenga el valor, hágalo. Que sólo usted tiene derechos. Uno, por ser homosexual tiene como deber pagar a tiempo los impuestos sin ser un ciudadano completo. Uno, homosexual como es, no puede casarse, y si acaso mi pareja (del mismo sexo) llegase a morir, uno no podría cobrar pensión ni seguir teniendo su obra social, pues uno ya no es ciudadano, si no un esclavo de usted. El dinero de mis impuesto bien va hacia la educación de sus hijos ¿Y los mios? Ah, cierto que no puedo adoptar. Si, todo es egoísta. Querer tener un hijo es egoísta, querer recibir dinero de un muerto es egoísta, ego puro somos los homosexuales. Tanto que sólo pedimos que nos traten de la misma manera que a usted.

Hágalo ya, tome el arma y máteme. Que si ya no puedo salir a la calle sin insultos, que si ya no me respetan, que si desacreditan el amor verdadero que siento por alguien del mismo sexo, que si no podré tener hijos con mi pareja pero si soltero, que si sólo se fijan en mis deberes como ciudadano y no en mis derechos, que si la excusa es siempre Dios, entonces así no quiero vivir. Y aunque me duela la bala mientras entre, no me va a doler mucho más que esta vida, prometo no quejarme. Lo juro por Dios.