lunes, 26 de julio de 2010

Uno y días como esos.

Tomamos unas chevas? Dijo uno. Bueno dale dijeron casi al mismo tiempo. Uno se puso a tocarle el cordoncito de la capucha de su campera, mientras el otro hablaba de la seguridad. Un vacío entre ellos, la separación, la palanca de cambios, uno en cada asiento, la seguridad en otra parte y en el cinturón. Es que sí, detesto la seguridad, detesto la gente que va a lo seguro, o sea ¿con qué necesidad? El del asiento del conductor seguía mirando, escuchándolo, Es que sí para qué quieren la seguridad, no se necesita, estar expectante a que algo va a salir mal si no ponemos esto o lo otro sobre la mesa, entonces también las religiones nacen de la falta de seguridad de la gente, o esa cosa que se llama ser precavido. Arrancó el auto y salieron a dar unas vueltas, el acompañante seguía, lo seguro es una mierda pura, mil ojos de argos, todos somos inseguros y la belleza está en las vulnerabilidades, en los talones de Aquiles que tenemos, en la porción de la espalda de Sigfrido que se le pegó la maldita hoja de tilo ¡Qué hoja de mierda! Doblaron en una calle oscura, frenaron frente a un parque con pista de skate. Si él se hubiera dado cuenta de que no todo su cuerpo fue bañado por la sangre del dragón, pero bueno, no salió. Es que si sabés que algo es seguro, sería aburridísimo, ahora nos tiramos en la cama, nos sacamos la ropa, hacemos el juego del amor o del sexo o de la palabra muda o de lo que fuera. Ignorar el futuro suele ser la mejor parte de estar vivos, dentro de la cual, es importantísimo estar atentos a esos sucesos que podrían llamarse improbables, pero que son los más dulces. Tomar la rienda de acuerdo al segundo vivido, sí, lo otro ya se fue, estamos en otra. El conductor lo miraba, como ido en otros pensamientos, entonces tenés que dejar la seguridad y tirarte de lleno en esto que no sabemos bien que es, que no es ni bueno ni malo ni lindo ni feo, dejar de lado la moral, tirarse al vacío y llenarse de eso. El conductor comenzaba a tocarle las manos al acompañante, las miradas entre las palabras, la calle oscura, los ojos brillantes, es que si ya te conocés la historia por completo ni vas a querer vivirla, es obvio que si me iban a matar en la calle hoy no iba a salir, no te parece? Bueno entonces, si nos entregamos ciegamente a la muerte, por qué no podremos entregarnos sordamente a la vida, eh? Se miraron un rato, nadie dijo nada, el juego ya estaba jugado. Por eso me molestan esas personas que se aseguran de mil cosas antes de salir de su casa. Si no se puede no se puede, y listo. Aceptar es parte de la vida también, dejemos de forcejear las cosas, somos ladrones de nuestros destinos, somos lo peor que nos puede pasar si actuamos de esa manera. Sufrimos, todos sufrimos, así que nada de miedo. Yo cuando veo a alguien un poco cómodo, dudo! Dudo mucho. No puede ser que estés cómodo en la vida, la comodidad se fue cuando te parió tu madre entonces no me vengas con que sos el pibe más tranquilo del mundo por que no da. Decíme aunque sea que no te gusta el puto suelo que no para se ser tan duro, decíme lo que quieras, menos que todo esta bien. Odio completamente eso, nada sigue bien después del parto, el útero es el lugar más cómodo del universo, ni los sueños ni la droga ni el alcohol, pero, decíme aunque sea que las cosas podrían estar peor. Odio que se hagan los que está bien y busquen esa miga de seguridad, que en realidad no significa nada más que una creencia para ellos, no? No se miraron, cerraron los ojos y las bocas se encontraron en un beso que abrió la noche hacia otros juegos de azar. Qué lindo cuando podés pasarte horas atándole hilos que encontrás casualmente por la vida, a alguien que encontrás casualmente por la vida, en esta vida que nos encuentra aca, juntos en el auto. A uno le faltan más días como estos para sonreír todo el año.