martes, 11 de agosto de 2009
Futuro - Presente = 2+2
Cuando dios creo al mundo, sopló al tiempo e hizo que volaran para siempre las hojas del diente de león. Hoy en día esos dientes siguen volando, y dudo mucho que alguno de nosotros pueda frenarlas, el péndulo sigue balanceándose. Presente y futuro, lo que resta ya es pasado.
El PRESENTE es tan estrecho, tan Magallanes por donde lo mires; es tan éste mismo momento que nos puede provocar hasta miedo, un paso en falso y te caíste al precipicio. Es muy sístole, y ahora ya se hizo diástole y todavía sístole nuevamente, cíclicamente diferencial y espontáneo. Cada momento es único en el juego de la vida, aunque algunos pasos puedan parecerse y las lilas y las violetas, no, las margaritas no. El presente es un reloj con cara de mezquino o un mezquino con cara de reloj. La arena cae y cae, el agua fluye en la clepsidra y la liebre de Marzo corre por su vida con un tic y dos tac en mano mientras
En contraposición al presente tenemos y tememos al FUTURO (¿Hacia delante o hacia atrás?) que es más incierto, amplio, dueño de una inmensidad que abarca todas las posibilidades posibles e imposibles. Desde la gama del blanco hasta el negro; desde un evento como que caiga un aerolito en medio de Capital y quiebre o haga añicos al porteño obelisco, hasta que Cristina Fernández se baje de la presidencia y se vuelva una empleada doméstica, tornándose una mujer productiva para el país; o visto con mejores ojos lo que podría ocurrir es que esa chica que vimos en el colectivo toque la puerta de casa y nos deje un papel con su cifra telefónica, y ahora es la hora de los besos y luego los hijos o quizás o quizás. Éste, el futuro, nace de la concepción perfecta entre el Aquí (dicho de otra manera el espacio que casi siempre va de la…) y el Ahora (... mano de lo que a alguien se le ocurrió llamar tiempo) de un individuo equis. O sea que una persona cualquiera tiene noción de la temporalidad futura sólo cuando de sitúa en lugar y hora exactas. Con otra forma de querer formularlo diríamos que alguien se da cuenta de la potencialidad de las formas cuando es conciente de si mismo, cuando la existencia nos toma por la espalda y nos impide huir, nos recela y necesita expresar al ser. Sobre todo cuando el tronco retrocede hacia la sabia sabiendo el peligro de convertirse en papeles de oficina, y el tan lindo en el bosque de pinos y el pasto verde con los musgos y ese sol que sale por detrás de la colina.
Si restamos todo eso, el presente y el futuro, nos queda el PASADO, un tiempo tan particular. Algunos lo ven como un viejo agotado y optimista, tiempos eran aquellos; yo más bien lo veo como un niño asesino con la cualidad de no poder parar de crecer. Ésta característica la toma cuando comete homicidio matando a los segundos presentes, o sea que las letras se siguen sucediendo y se enfilan y la primer letra a de la oración ya está muerta.
Lejos de todo eso se encuentra algo (no se como definirlo, sepan disculpar mi ignorancia por favor) que es completamente ATEMPORAL. Les estoy contando sobre el amor. Claro que es atemporal, el enamorado no puede creer en el tiempo, pues está encerrado en una burbuja que a penas le deja entrar en el espacio, al que entra pura y exclusivamente para besar el cuerpo de su amada. Se desnudan las pasiones en los cuerpos joviales de la sexualidad. Ahora bien, cada vez que contamos una historia de amor muchas veces comenzamos con era así una vez y ahorramos palabras diciendo y vivieron felices por siempre. Como si el tiempo existiera en la realidad.
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