Nada más difícil que ponerle letra a los deseos. Ni más triste que haber recorrido a oscuras miles de arenosas playas frente al mar y otras miles de hectáreas de mustios campos desolados, en la azarosa búsqueda de estrellas fugaces. Ni más desalentador que buscar amor en las calles de esta ciudad de techo gris y cara lavada mientras garúa todo el cielo. Seremos pocos deseos amarillos, pero nos esforzaremos por machacar a aquellos que quieran apagarnos, volad amigos ¡Volad!
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