viernes, 25 de junio de 2010

De lujos y demás yerbas

El sillón egg frente a la lámpara art deco sobre el escritorio. Algún que otro sillón Madrid o Barcelona dando vueltas. Las luces en armonía con la entrada de luz del exterior. Usted: exquisito y casi siniestro. Van Der Rohe, Baliero o Aalto se codean con su casa, un estado de complejidad perfecta. La verdadera belleza, las formas, todo entra en un cuadro de simple similitud adicional al centro de las oraciones más efímeras. Como decir por ejemplo: la luna que llama, que a tientas mira, entre tanto todo se deshace sin figurarse por completo, en la tierra el río y sobre éste el reflejo abanicado de una luna que sonríe. En la cama doradas sábanas de algodón egipcio de mil hilos, la pasión de una pareja bien acentada. Relaciones por semana: 2 con suerte. Entre tanto, la cocina un lujo, por no hablar del baño que se consume mientras se lo ve. Al que tenga que le den, que porcelana, que mármol y marfil, que tupé.

En cambio en otros lados asoma una simple cortinita, el pasto en la maceta vacía, la mesa de plástico y las sillas de madera, la cama de una plaza. El baño. Las cenas más lindas, miles de escenas de amor sobre la cama o el suelo, la luz entrando por los agujeros de las cortinas. Es cierto muchas veces. A uno le basta con tener un techo para estar bien. Centrado, contento y un poco feliz también

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