Elegía 1

El fracaso se hizo hiel,
Se hizo roca bajo el campo
De tus párpados.
Quisiera ser estufa para derretir
En lágrimas los deseos inconclusos.
Pero no puedo, como tampoco puedo
Revertir toda esta historia,
 Soy sólo un Pigmalión abarrotado.
Ningún dios vendrá a darte vida,
A regalarme la felicidad que no  merezco.
 Fue una tarde y despedida, en el zaguán,
Donde me dijiste no te vayas.
Debo irme porque la vida y el trabajo,
Tú sabes.
 Maldito el tiempo que no nos entendió
Y malditos nosotros, negándonos,
Sabíamos perfectamente que bailábamos
Una premonición implacable.
Para entonces,
Todo en nosotros estaba tan corroído
Y tan destruido, pero nunca héroes,
No nos animábamos a despedirnos.
Qué cobardes.
Hasta que un día, ninguna carta
Sin previo aviso, te ví. Te ví
De la mano con otro y era tan obvio,
Tan simple que ni ganas de
Armar el espectáculo.
 Qué tristeza,
Que ironía saber que nos encontraría
Nuevamente la noche en la misma
Calle donde antaño nos juramos
Amor eterno. Donde pintábamos
La sonrisa de la gente y con los besos
El cielo nos regalaba
Blancas nubes inquietas.
 Ahora nada, tú con tu amante
Tan vivaces, recorriendo las veredas
Que caminabas conmigo.
Y yo aquí,
En la pose del mendigo,
Triste sólo frío y duro.