Dedicado a ellos, bueno a Lito nunca lo conocí, pero los otros dos son geniales:
Saltamos el alambrado, y nuestras narices olían el delito pasajero de esa noche. Nos fuimos hacia lo más oscuro de Olivos, y pretendíamos ocultarlo todo, esa sería nuestra primera vez, y trataríamos de no olvidarlo. Lucharíamos contra el olvido que proviene de su esencia, ese olor a cerebro quemado nunca se nos iría de nuestras pieles, a menos que volvamos a repetirlo. Éramos tres adolescentes en busca de nuestras personalidades imperfectas y delirantes, Ezequiel “Lito”, Adrián y yo.
Lito tenia miedo de perder la conciencia y cometer un verdadero crimen, pero Adrián y yo lo calmamos y le dijimos que si esto lo hacíamos juntos, juntos iríamos presos. Una mentira, porque todos sabíamos que sólo uno es responsable de sus actos, pero teníamos miedo de que el cagón de Lito salga a contar todo, y con esa mentirilla los tres estábamos contentos. Fue entonces cuando Lito sacó la bolsita con hierbas mágicas, Adrián un papelillo y yo tendría el arduo trabajo de armar todo, era el crimen perfecto. Todos para uno y uno para todos. Cuando terminé de armar la perfecta escultura saqué un encendedor de mi bolsillo, fue allí que comenzó nuestro fin. El porrito salió de gira, dio varias vueltas entre nosotros, y nosotros dábamos vuelta, nos hacíamos uno. Luego caímos de espaldas contra el pasto húmedo de sentimientos añejados, y miramos las estrellas y ellas nos miraban. Estábamos más mareados que en una calesita, más sonrientes que un niño en Navidad, más dementes que Napoleón. Nos reíamos del cielo, los mosquitos y de nuestras caras. Fue tan rara la sensación que sentimos, que nunca más volvimos a repetir un momento como ese. Porque cada vez que luego fumaríamos, nunca estaríamos los tres, el destino nunca más nos volvió a juntar, a partir de ese día dejaríamos de ser los tres mosqueteros y trataríamos inútilmente de juntarnos, pero nunca lo lograríamos.
No sé si me arrepiento de haber cometido ese crimen, lo que sí me arrepiento es de haberlo hecho con ellos que tanto los quería. Adrián sería el primero en partir. Al parecer la droga lo dejó bastante mal, o quizás fu el amor. A Lito no lo veo desde hace tres años, no se siquiera si esta vivo. Y yo ¿qué puedo decir de mí? Casi nada. No tengo futuro, estoy en una plaza con unos amigos dándole a la merca, todos estamos idos, solo quiero jugar. Presiono el gatillo de la pistola justo en el momento en que mi viejo se está yendo a su trabajo. El escucha el ruido estruendoso, gira su cabeza y me ve tirado enfrente de mi casa, rodeado de gente que no quiero y bañado en sangre. Sus gritos inútiles nunca lograrán despertarme, pero él intenta llevarme urgentemente a la clínica en la que trabaja, pero lo único que obtiene es ensuciar su auto con la sangre de su hijo. Ya partí, no sé a donde, pero lejos.
De todo lo que me arrepiento es de haber sido tan ignorante, y no haber amado lo que me quería. Y sólo nosotros tres sabemos lo que sufrimos, nosotros tres y alguien mas quizás, alguien que nos inmortalice, alguien que haga lo que nosotros tres no pudimos.
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