La Envidia de todos
Ella es la típica envidia surrealista de las pueblerinas y los pobladores. Todos pretenden tenerla, todas pretenden parecérsele, aunque sea un poquito, aunque sea sólo a su esclerótica. Ella camina en las tardes, de calles grises y nubes grises, y personas grises; ella llena de colores el tenso aire de París en los otoños des-primaverales con su dulce perfume que sale disparado, lentamente de su tibio cuello. Todos, absolutamente todos, voltean a mirarla-es hermosa, perfecta- pues sus coloridos aromas cambian el curso de la ciudad, a fin de volverla, a la antigua estación.
Nadie la conoce, pero todos saben su nombre. Nadie la ha visto besando a un hombre, pero ya la han besado. Nadie sabe si llora, pero ya han secado sus lágrimas. Nadie...
Bueno, cuando digo nadie, me refiero a “casi” nadie. Él. Él si la conoce y sabe su nombre. Él no la ha visto besar a un hombre, pero la ha besado. Él no la ha visto llorar, sólo ha secado sus lágrima con un pañuelo de papel tissu que sabe a frutas del bosque, o a mint scarlatiniforme. Y el duerme con ella, y comparte sus sueños, en los cuales ambos pescan peces, pierden su tiempo pescando peces que no los comen, que los sueltan al sacarlos del río, que los limpian de la mugre occidental; o sueños en los que recorren un arco iris que termina en una fuente de caramelos y un pequeño duende de cabeza rosa, de manos naranja y ojos celeste los espera, sentado en una semilla de girasol, debajo de una planta de sésamos, para jugar eternamente.
Él comparte sus sueños y su vida. Y Él, es odiado por todos, el también es la envidia de todos y la alegría de todas. Él, que no huele a Kenzo, sino a lavanda China. El, que nadie sabe su nombre, pero porque nadie lo recuerda, porque a todos le ha dicho su nombre. Él, que no ríe si no está con ella. Él, que no tiene nada atractivo, pero se la ha ganado sobre los demás. Porque fue él quien se dio cuenta del nombre de ella, de sus llantos, de sus besos, antes de que ella se los mostrara.
Y así revuelven los sentimientos de los demás, sin querer hacerlo, lo hacen, sólo por ser ellos mismos. Sólo por ser ellos mismos...
Nadie la conoce, pero todos saben su nombre. Nadie la ha visto besando a un hombre, pero ya la han besado. Nadie sabe si llora, pero ya han secado sus lágrimas. Nadie...
Bueno, cuando digo nadie, me refiero a “casi” nadie. Él. Él si la conoce y sabe su nombre. Él no la ha visto besar a un hombre, pero la ha besado. Él no la ha visto llorar, sólo ha secado sus lágrima con un pañuelo de papel tissu que sabe a frutas del bosque, o a mint scarlatiniforme. Y el duerme con ella, y comparte sus sueños, en los cuales ambos pescan peces, pierden su tiempo pescando peces que no los comen, que los sueltan al sacarlos del río, que los limpian de la mugre occidental; o sueños en los que recorren un arco iris que termina en una fuente de caramelos y un pequeño duende de cabeza rosa, de manos naranja y ojos celeste los espera, sentado en una semilla de girasol, debajo de una planta de sésamos, para jugar eternamente.
Él comparte sus sueños y su vida. Y Él, es odiado por todos, el también es la envidia de todos y la alegría de todas. Él, que no huele a Kenzo, sino a lavanda China. El, que nadie sabe su nombre, pero porque nadie lo recuerda, porque a todos le ha dicho su nombre. Él, que no ríe si no está con ella. Él, que no tiene nada atractivo, pero se la ha ganado sobre los demás. Porque fue él quien se dio cuenta del nombre de ella, de sus llantos, de sus besos, antes de que ella se los mostrara.
Y así revuelven los sentimientos de los demás, sin querer hacerlo, lo hacen, sólo por ser ellos mismos. Sólo por ser ellos mismos...
----------
hay cosas que son muy inexplicables, y q son invisibles a nuestros ojos y (L)
aslmasmfdkldsafmnklsadhn
No hay comentarios:
Publicar un comentario