Al poco tiempo de conocerse ya se quisieron. Poco es una cantidad pobre y nada clara para evidenciar el paso del tiempo, sobretodo cuando poco refiere a la necesidad de mantenerse en contacto con el vidrio de las agujas del reloj, esas perras frías que no paran de latir. Entre tanto un paso era un paso, y seguían conversando con entropía, paradójicamente de la locomoción en el vacío. Y lo bueno en todo esto era que ambos desconocían sus nombres, direcciones y sueldos. Usted imaginaba de todas maneras los posibles caracteres que podrían conformar el nombre de aquel hombre tan culto y enigmático, quizás empiece con M o con L, usted se fascinaba pensando en que podría llamarse Martiniano o Lautaro. Siempre tan pudoroso, no lo miraba tanto a los ojos, sin embargo observaba minuciosamente el nudo de las zapatillas, el callo del dedo índice del hombre que lo acompañaba a quién sabe dónde, e imaginaba ahora Lautaro o Martiniano atándose los cordones, escribiendo una sarta de poesía simplista y recopilando información sobre la física, descansando de vez en cuando para que no le duela el dedo índice, el callo en formación, la lucha de las inspecciones y el diálogo. Sería posible también que se llamase Roberto y lo llamaran Beto o Tito y que eso no le agrade demasiado a usted, y que lo deje por no ser lo que en realidad usted siempre pensó que él era. Una pena pensar que lo lindo del momento estaba yéndose por la cloaca de Santa fe y 25 de Mayo ¿Ya estamos en Sante fe? Se pregunta usted algo consternado. Seguían caminando, la noche se hacía más de noche y ustedes se hacían menos ustedes y más usted y él. Y no es por culpar a nadie, pero el que tiene la culpa acá es usted ¿con qué necesidad me dice que era tan importante imaginar que le decían Beto? Pues está bien claro que mientras Beto le contaba sobre La importancia de llamarse Ernesto, usted pensaba que el podría en todo caso no ser un San Martín, sino más bien una especie de Salomé ¡Qué cultura gay de mierda! Hablar de la heterosexualidad por el simple hecho de que si hablaba de la homosexualidad iba a ir preso, pero ¿no fue preso de todas maneras? ¿Y Bosie? Es terrible tu historia, pero te quiero Oscar, en lo más profundo de tu ser viven las bellezas de las piernas de los griegos, de todas maneras preso por puto. Se le han encontrado rastros evidentes de sodomía activa y pasiva, pobre Oscar, yo te hubiera amado a pesar de que te llamases Robert o Jhon. Pero acá no estoy yo. Está usted haciéndose el serio, intentando caerle bien al chico sin nombre ¡Qué delicia ignorar su documento! Pero a usted le asusta todo eso. La palabra empieza cuando las letras se escriben en su mente. Esa terrible paranoia de ir escribiendo mentalmente las palabras que las dice el dialogante sin que se pierda el hilo de la conexión interna. Tratar de interpretar. De eso se trata todo el tiempo, ver las figuras mentales de las letras, ponerle colores según la entonación, la forma de su boca diciendo “movimiento”, todo entra en el juego.
De repente se tiraron frente a un árbol sin nombre, se miraban, se tocaban. Se besaban. Lamentablemente no se dio, pero a veces esas cosas pasan, y los planes son esas otras cosas que nos hacen sufrir. A usted lo que le falta es dejar de pensar y comenzar a vivir en el vacío. Vivir. A uno no le falta nada, pues no planeo todo lo que nos pasó.
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